La textura del silencio.
Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi propio mundo.
Ludwig Wittgenstein.
A lo largo de los últimos años he centrado mi atención en el color negro como elemento de construcción en mi trabajo, tal vez porque como dice Theresa Pedrosa:
When an artist abandons color… all that remains is the essence, the strength of the stroke and the purity of the sign…
Cuando un artista abandona el color… todo lo que queda es la esencia, la fuerza del trazo y la pureza del símbolo…
El Espacio Creativo Recoleto, Jávea, acoge la presentación del proyecto “La textura del silencio” el cual es la evolución natural de Silencio, propuesta presentada en La Capilla de la Convalecencia de la Universidad de Murcia en 2017. Desde entonces he seguido investigando sobre distintos medios, con los cuales ampliar el lenguaje hacia otros soportes para formalizar imágenes que evidencian la desnudez del pensamiento construyéndose sobre la nada, claro que cuando digo nada, bien podría decir todo.
Quizás podríamos decir que el dibujo, como genuino vehículo del pensamiento y actividad creativa, está en alguna media relacionado con un grado de silencio. Este silencio vendría propiciado por la naturaleza directa y unívoca de lo gráfico, entre lo tangible y lo intangible. Este silencio no se refiere a una carencia de comunicación sino a un tipo de pensamiento no vinculado necesariamente a lo verbal y anterior a éste. El dibujo como manifestación muda, no en el sentido de carencia de la palabra, sino perteneciente a otra forma de revelar o comunicar.
Y cuando aquí se menciona el dibujo, se alude directamente a la creación artística, al quehacer cotidiano en torno al acto de forjar cada una de las piezas que vamos construyendo sea cual sea su lenguaje que en si vienen del trazo que surge ya sea sobre papel o cualquier soporte que pueda albergarlo.
Para mí, el silencio, es el marco que posibilita todo lo demás. Se escalona a lo largo del día entre palabras convirtiéndose en frontera entre un quehacer y otro, un espacio sin tiempo definido que permite transitar en pautas complejas.
Como diría Verdier, no hay necesidad de comprender los ideogramas chinos para percibir la belleza del movimiento y alcanzar lo que Séneca denomina “la tranquilidad del alma”. Por lo tanto, simplemente invito a observar, dejar sentir la textura visual de cada uno de los elementos que conforman una pieza, su voluptuosidad, beatitud, tal vez como refugio, dónde observar paisajes que surgen desde la memoria arcaica de nuestros antepasados tan lejanos como los habitantes de Lascaux. Si es, será, sino, tal vez sea en otro momento.