Monocromo da título a un proyecto que aúna a siete artistas cuyo nexo en común es la creación desde la monocromía. Siete artistas que habitan en la península ibérica, con orígenes dispares Angola, Mozambique, Francia y España. Con temáticas y procesos técnicos que van unidos sin duda al sentir creador de cada uno-una de ellos.
David Segarra, Jávea, investiga dentro de las diferentes áreas de conocimiento, sumando experiencia en el desarrollo de su trabajo, y crecimiento como artista, ese trascender más allá de un mero ejercicio, una búsqueda constante de belleza vigente, constante y perpetua en el tiempo. Pero de la suya y de los que le rodean, inmortaliza sus improntas en una serie que nos acerca al Kintsugi japonés, donde el objeto roto se recompone. Manuela Cristovão, Angola, crea una serie de grabados en torno al jardín del edén, la vegetación exultante de su Angola natal, de la que tuvieron que huir y refugiarse en Lisboa, esa vuelta al origen primigenio, con pérdida de memoria que se acentúan con gofrados sin tinta, lanzando una pregunta a si realmente el paraíso era así.
Lluis Masía, Valencia, presenta dos piezas fotográficas de la serie “Refusés”, mantas térmicas que sirven para proteger la vida de los inmigrantes, con un juego de palabras: oro parece, plata no es, un juego visual y metafórico sobre los intereses políticos y económicos subyacentes en sus países de origen. Concha Sáez, Burgos, destaca el carácter instalativo de sus últimos proyectos donde fusiona espacio, imagen y pensamiento para crear en la sala climas activos en el espectador. Sus obras reflejan ficciones derivadas de los efectos que nos producen las cosas, investigando en temáticas relacionadas con la identidad, los procesos de percepción, la construcción de las emociones o la compleja naturaleza humana.
PepesArt, Jávea, inmortaliza el residuo plástico y después deja que siga su camino hacia el reciclaje. Hace un llamamiento a la concienciación social para que el destino de la materia plástica acabe siempre reciclada, extrayendo belleza del cromatismo que se producen en el fondo del mar con esos residuos. Celia Bragança, Mozambique, traBaja desde la impresión digital, el dibujo, la pintura, y muestra la casa como una metáfora para la construcción fenomenológica de la identidad nómada, muestra la enorme complejidad en su planificación, que parte de los análisis del Ser / Habitat, -conversa simbólicamente con la geometría: la Espiral, dibuja todo el discurso poético, o sea, desde la construcción de las matrices, graba y dibuja para profundizar en sus inquietudes, relaciones y referencias, que surgen como consecuencia directa del problema de la identidad nómada, debido a sus especiales características geográficas (un viaje desde el hemisferio sur hasta el hemisferio norte) se mezclan varias culturas, varios países y varias moradas/casas.
Antonio Navarro, Burdeos, hace uso del carbón, el grafito, el grabado como ejercicio de meditación, de vaciar, de crear un “Ora et labora” que no deja de ser un elemento para mantenerse al margen, y desaparecer de sí. Entendiendo la abstracción como medio de mostrar paisajes que se van erigiendo desde ese trabajo metódico, de acumulación, superposición, velado. En definitiva, una muestra multidisciplinar que converge en el nexo común del propio título de la exposición.